Convivir con otras personas para compartir gastos es algo muy común en Londres. Sin embargo, encontrar los compañeros adecuados puede tener sus riesgos. En esta historia te cuento mi experiencia particular al abrir mis puertas a dos sujetos muy extraños.

El dilema de encontrar alguien confiable

Como mi madre y yo compartíamos nuestra casa para ayudarnos con los gastos, necesitábamos alquilar la habitación vacía que teníamos en el segundo piso. Publicamos anuncios en grupos de Facebook incluso pegamos cartelitos en las ventanas de algunas tiendas hindús, pero no encontrábamos la persona adecuada.

Una tarde después de llegar del trabajo, escuché a mi madre conversando con personas en español, eran dos hombres que tenían pinta de recién llegados. Mientras ella les enseñaba la habitación y les explicaba las reglas de la casa, yo estaba en mi habitación. Al terminar la entrevista, me acerqué para preguntarle si estaba segura de alquilarle a dos hombres adultos, porque la habitación era pequeña, apenas cabía una persona.

“Ellos dijeron que no tienen problemas, que con una litera se arreglan, se mudan esta noche”, me dijo. Me pareció un tanto extraño que hayan sido flexibles, aunque no me sorprendía, porque sabía que habían muchos paisanos que no les importaba la comodidad. Así que no argumenté su decisión, además necesitábamos cubrir otros gastos.

Por la noche, a eso de las 7 p.m, escucho tocar la puerta, me asomo a la ventana para mirar y veo a los dos hombres esperando. Bajo para recibirlos y los saludo con un sonrisa dándoles la bienvenida.

Al mirarles a los ojos, pude percibir en ellos una especie de miedo y timidez. Los entiendo porque estaban recién llegados.
Antes de llevarlos a su cuarto, les doy un tour por la cocina, les explico como usar la lavadora y les muestro la alacena que les correspondía.

Luego los acompaño hasta su habitación sin necesidad de ayudarlos a cargar porque cada uno llevaba consigo una maleta mediana. En la habitación antes de entregarles las llaves, trato de entablar una conversación amigable; pero los veía desinteresados, me imaginé que estaban agotados por el viaje, porque me explicaron que su vuelo había sido directo, sin ninguna escala. No insisto en empujar la conversación, así que los dejo y me voy para mi habitación.

Unos minutos más tarde, me los encuentro otra vez. Como mi cuarto estaba cerca al pasillo, fue inevitable escuchar sus pasos sobre las viejas escaleras de madera. Me imaginé que habían bajado por comida o a dar un paseo. De todas maneras me asomé por si acaso para ver si necesitaban algo. “¿Sabe dónde podemos comprar algo para comer?”, me preguntaron. Les respondí que al cruzar la avenida principal podían encontrar kebabs y pollo frito. Me agradecieron y bajaron despacio cerrando la puerta.

Hay una mujer ebria en la puerta

Una hora después, me doy cuenta que habían regresado. Como ya tenían las llaves, no hacía falta que les abriera. Escucho sus pasos subiendo las escaleras hacia su habitación y de pronto escucho que alguien llama a la puerta insistentemente. No era mi madre, ella ya estaba acostada. Bajo, abro la puerta y me encuentro con una señora inglesa.
Me habla en un tono un poco agresivo casi gritando y preguntando por ellos. Estaba ebria, pero no me extrañaba porque habían pubs alrededor. Le pregunto qué es lo que quería, pero no me respondía, solo insistía preguntando por los hombres que habían entrado hace unos minutos. Yo le pregunto ¿para qué?, ¿que si los conocía?. En lo que trata de responder y evadir, uno de ellos baja un poco asustado y me dice que no la conocía.

¿Por qué insistía?

Procurando ser un buen anfitrión, le digo al hombre que se suba por su seguridad, que posiblemente era una ladrona. Así que le digo a la mujer que llamaría a la policía si no se largaba, pero ella continuaba llamándolos como teniendo algo pendiente o esperando recibir algo; entonces le cierro la puerta abruptamente. Miro al huésped y lo noto asustado. Le pregunto si la conocía, me dice que la había visto en la calle y que lo andaba persiguiendo.
Desconcertado por lo que me dice, lo miro y trato de hacerle más preguntas, pero como lo sentí nervioso y evadiendo un poco la situación, le recomendé que no salga, que podían hacerle daño y que tenga mucho cuidado. Me agradece y se va a su habitación. Unos minutos después, lo veo salir. Me asomo por la ventana para ver donde iba y lo escucho hablando con la mujer. Trato de conectar las cosas y no quiero entender, pero presiento que algo no anda bien.

No lo vuelvo a hacer

Esa noche dormí intranquilo, pensando en los hombres, la mujer borracha, su actitud extraña y sobre todo la seguridad de mi madre. La zona donde vivía se encontraba cerca a un vecindario peligroso. Nunca me había topado con criminales viviendo allí, pero no descartaba la situación. En mi mente, simplemente trataba de pensar positivamente, al dormir con dos hombres sospechosos en la misma casa, era lo mejor que podía hacer en ese momento. Por otra parte estaba convencido que haberlos hospedado, fue un error.

Dejaron la habitación al día siguiente

Al día siguiente por la tarde, me encuentro con mi madre y conversamos a cerca de lo sucedido. Me sugiere que los hombres podían haber sido traficantes, en lo que yo procuro negarlo, tratando de ser optimista. Luego me sorprende diciéndome que habían dejado la habitación unas horas antes sin haberle dado muchas explicaciones.
Nos miramos y asentimos en que era lo mejor, porque su presencia nos daba muy mala espina.

Al final, tuvimos que cambiar la cerradura y buscar con paciencia alguien para ocupar la habitación; no obstante, sabíamos que deberíamos ser más cuidadosos la próxima vez que abramos nuestras puertas a extraños.

No todas las zonas de Londres son totalmente seguras, visita ¿Es Londres una ciudad segura? – Zonas seguras e insegura para tener más información al respecto.