Había llegado recién a Londres. Estaba cansado de tomar agua embotellada -porque el agua de grifo sabe raro aquí-, así que decidí ir a un supermercado para comprar un jugo de frutas. Entré en búsqueda de uno grande, que me durara toda la semana, y pasé por la sección de comida caliente.

A un costado, vi unos pollos asados y unas costillas medio secas. Puedo jurar que me sonreían y pues no tenían tan mala pinta. Empecé a divagar recordando los asados familiares y sin darme cuenta pasé la sección de jugos. Retomé el camino y volví a buscar una botella grande de jugo de manzana, mi favorito en cualquier lugar del mundo. Un poco perdido entre tantos colores y opciones encontré uno con buen precio. Lo tomé y regresé a la sección de comida caliente, ¿la tentación de comerme un pollo podía ganarme?

Sí, la tentación ganó. Tenía tanta hambre, así que sin pensarlo mucho me acerqué a pedir uno. Por el hambre que llevaba, no pienso mucho y me acerco a pedir.

– Uan quichen plis, le digo al caballero que servía la comida.

– Sorry?, me responde sorpredido.

Me pongo firme e intentando no titubear repito: Eee… uan quichen plis. Esta vez acompañé mi diálogo con una señal con el dedo índice indicando que quería uno -como si ese hubiese sido el problema-.

– Quichen???, me repite mirándome sin comprender mucho.

Yo, avergonzado sin poder recordar cómo se decía pollo en inglés le digo: Yes. De curucu? 🐔 mientras aleteo estúpidamente como pollo. La mímica tal vez ayudaría a que me deje de hacer sentir como un idiota.

– Aaah… chicken!, me responde sonriendo sardónicamente.

– Yes, respondo con una carcajada sin saber dónde esconderme🤦‍♂️ pues, por si fuera poco, habían 5 personas en la fila esperando. Ojalá hubiera cogido unos huevos y ya, pienso, pero bueno. Agarré mi quichen y salí casi corriendo.

Mi primer intento de entablar una conversación en inglés en Londres fue un fracaso total 😔. Honestamente me sentí como un idiota. No podía dejar de pensar en el hambre, el pollo, el quichen, los asados familiares, el jugo y en mi cara de estúpido.

Decidido a consentirme, después de semejante bochorno, abrí el tan esperado jugo. Hace meses que no había probado una manzana y estaba seguro que al destapar la botella me esperaría la gloria. Bebí un sorbo, directo del envase, sin mucho protocolo. De pronto sentí un sabor extremo en los costados de mi lengua que luego me generaron un leve dolor de muelas. ¿Qué porquería estaba bebiendo? ¡Era el jugo más dulce que había probado en toda mi vida!. Miré la etiqueta para comprobar que había comprado jugo y no almíbar de manzana. Apple Juice, decía la etiqueta a primera vista, pero mirando la letra pequeña leo concentrated.

Esa pequeña situación me hizo reflexionar y entender que así no podía vivir en Londres. De vuelta en casa agarré un cuchillo y corté unas manzanas que había dejado mi compañero de cuarto y, mientras me las comía busqué una academia de inglés en Google. Me apunté a una clase de General English.
La próxima vez que pise un supermercado, pediré pollo, costillas, patatas y todo lo que se me antoje, porque, después del Quichen, creo que he aprendido la lección.